Aves Esteparias en peligro

Blog e-Coambiental

La ZEPA Llanos de la Albuera es un lugar muy especial, donde aún quedan extensiones importantes de pastos de secano que cobija grupos importantes de aves esteparias. 

Habitualmente, a finales de invierno me doy un paseo por las estepas entre La Albuera y Valverde de Leganés en busca del bando de avutardas, para controlar que todo siga bien y contar cuántas siguen viviendo en este punto caliente de biodiversidad esteparia, conformada por algunas especies en peligro de extinción como el sisón común. 

Tarabilla (Saxicola torquata)


Antes de salir nos acercamos hasta una urbanización cercana y vimos algunos gorriones morunos (Passer hispaniolensis) y algunas tarabillas (Saxicola torquata) que saltaban, juguetonas, entre los alambres de las vallas. 


Luego nos dirigimos a mi área habitual de campeo en busca de las avutardas. Y en cuanto encontramos una finca sin viñas ni olivos intensivos de regadío (lo cual es cada vez más difícil, la verdad), allí estaban, punteando la tierra parda y seca. 

Estimamé que habría entre unas 200 avutardas en total. El aire rielaba a pesar de que la temperatura era la apropiada para estas fechas, y costaba contar todas las cabecitas que asomaban como periscopios entre la hierba. Paramos para observarlas con detenimiento desde el telescopio pero no se veía a ninguna haciendo la rueda (la parada nupcial), que consiste en colocar las alas de forma que la parte blanca sea visible, y bailar delante de las hembras, junto con otros machos, para que ellas decidan cuál es el más apto. A este sistema, que también usan los sisones y otras especies, se llama "lek", palabra que proviene del sueco y que significa actividades lúdicas, placenteras o sin muchas reglas. En castellano para el término etológico podría ser “arena”, algo así como un ruedo o sitio de combate. 

Avutardas (Otis tarda


Algunas cogutas, o cogujadas comunes, (Galerida cristata) revoloteaban  por el borde del camino, pero no había tantas como estoy acostumbrada a ver. No se sían las pedorretas de los sisones (Tetrax tetrax) aunque estuve afinando el oído toda la mañana. 

Las lavanderas blancas (Motacilla alba) también nos acompañaban en el paseo y escuchábamos alondras (Alauda arvensis) y avefrías (Vanellus vanellus), componiendo la banda sonora de las estepas extremeñas de finales de invierno. 

Cuando llegamos cerca de una charca de riego, vimos un bonito espectáculo. Una pareja de cernícalos vulgares (Falco tinnunculus) se apareaba delante de nuestras narices y jugaba en pleno cortejo. Disfrutamos de sus vuelos acrobáticos y de las peleas entre machos durante un rato


Luego nos asomamos a la charca, donde pudimos ver un buen bando de ánades reales (Anas platyrhyncos) y algunos zampullines chicos o comunes (Tachybaptus ruficollis). 


Las charcas de riego suelen ser un punto de agua artificial bueno para las aves, pero son un riesgo muy grande para otro tipo de fauna. Por eso siempre debería contar con algún tipo de isla de vegetación donde puedan descansar los animales, y algún tipo de escala que les permita salir. 

Pareja de cernícalos vulgares (Falco tinnunculus) posados en un poste eléctrico. 

Pareja de elanios azules (Elanus caeruleus)

Cuando ya nos íbamos de vuelta, aún nos esperaban más sorpresas. Cerca de las cajas nido de las carracas (que aún no han llegado de África) que habíamos colocado unos años antes en postes abandonados, nos paramos sorprendidos al ver una pareja de elanios azules (Elanus caeruleus) dando volteretas en el aire. ¡Se respira primavera por todos lados! Ha sido la primera vez que veo tan cerca una de mis rapaces preferidas. 


Además, un poco más adelante, una pareja de aguiluchos pálidos (Circus cyaneus) se burlaba de nosotros apareciendo y desapareciendo entre os campos ondulados. Nos dimos cuenta de que las avutardas aún seguían más o menos en el mismo campo y se les sumaban algunas cercanas. En total, 32 especies en una mañana muy interesante y con buena compañía. 




Una bandada se une al gran grupo de avutardas que pasta en la estepa.